Es duro vivir con miedo, ¿verdad? En eso consiste ser esclavo.
Tienes miedo? Si esto es cierto, tengo que decirte que no eres el único. Todos, cuando nos enfrentamos a un cambio importante en nuestras vidas, tenemos miedo. Pero hay que enfrentarse a ese miedo para cambiar. No hay vuelta de hoja. Porque el miedo es nuestro mayor freno. El freno nos lo ponemos nosotros mismos, aunque muchas veces es más cómodo culpar a otros, pues esto nos permite seguir jugando al escondite con nuestra realidad interior. En realidad, yo lo acerco y lo alejo todo de mí. Yo puedo ser mi mayor acelerador o mi mayor freno. La cuestión es que si no te das cuenta, tu peor enemigo puedes ser tú. En definitiva, tus miedos son un conjunto de amenazas que tú pones y que te impiden, ser de verdad, apto. Y es que cuando la vida te mira de frente y te dice "es lo que hay", no te quedan más leches que tirar p'alante.
Hay una palabra que considero una especie de fuerza vital: la ilusión. Un sueño, un deseo, una posibilidad, un paso, un salto, una carrera, una meta. Todo es más fácil si aderezas la vida con ella.
No hay muros ni vallas lo suficientemente altos que no podamos saltar si ponemos todo el empeño, la garra y el entusiasmo para que así sea. Esto es así, piensas que nunca te va a pasar, pero te pasa, y de ti depende cómo lo encajes.
Sé que puedes y lo harás, te cueste más o menos.
Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automáticamente a otros. Nik, zu askatuko zaitut.
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